Katarína Löfflerová fue una guía extraordinaria de Bratislava

Katarína Löfflerová fue una guía extraordinaria de Bratislava

Siempre se ha descrito a sí misma como optimista. "La guerra nos dividió a los judíos en pesimistas y optimistas. Los pesimistas huyeron a América. Los optimistas creíamos que el sacerdote católico Jozef Tiso no nos enviaría a la cámara de gas. Con estas palabras a menudo recordaba el periodo más difícil de su vida Katarína Löfflerová, una modesta bratislavense que nos dejó silenciosamente el 16 de enero de 2006 a la venerable edad de 95 años. Su vida se vio invadida por el optimismo durante un período en 1944. En aquella época fue deportada al campo de concentración de Auschwitz junto con sus padres y su marido. Fue la única "apta para el trabajo" que no tuvo que ir inmediatamente a la cámara de la muerte. Poco a poco, fue pasando por varios campos hasta llegar a Mauthausen, en Austria. Allí fue liberada el 5 de mayo de 1945. Katarína Löfflerová se llevó consigo esta poderosa historia durante todos los años siguientes, cuando su vida volvió a la normalidad. Se volvió a casar y tuvo una hija. Con encanto, refinamiento y elegancia, retomó su profesión de guía turística en Bratislava. Escribió un libro sobre el hecho de que después de cada caída merece la pena volver a levantarse una y otra vez y seguir luchando. Su nombre es “Como una vida de naipes” y a los lectores les proporciona una guía realmente valiosa sobre cómo debe vivirse la vida.

Gracias a un material de archivo les ofrecemos una entrevista grabada con Katarína Löfflerová. En esta nos habló sobre la vida en nuestra capital después de la segunda guerra mundial.

¿Cómo se desarrolló la ciudad durante el período después de la segunda guerra mundial, es decir, en la época de la historia moderna de Bratislava?

La ciudad creció de repente porque se agregaron a ella todos los pueblos colindantes, así paso a paso tuvimos que acostumbrarnos a la grande Bratislava. Me alegra que ya a menudo veo que la gente llegada de fuera, la que de mayor parte vive en la periferia, se preocupa por el destino, por el futuro de la ciudad vieja, aunque según mi opinión podrían hacerlo más. Sus hijos ya nacieron aquí, ya podrían madurar con un espíritu bratislavense. Pero, en cuanto a la cantidad de información la que debe absorber la juventud de hoy, no hay más espacio para crearse una buena relación hacia la ciudad natal.

Sabemos que en el pasado en Bratislava vivieron húngaros, austríacos, alemanes, judíos y eslovacos llevándose muy bien. ¿Podemos confirmar que esta tolerancia entre los habitantes de la capital existe también en la actualidad?

Sí, en la actualidad son tolerantes. Pero hace algunos años, cuando hablé en la calle el húngaro, varias veces la gente me advirtió que aquí se habla el eslovaco. Yo le respondí que en un país democrático cada uno puede hablar el idioma que le apetece. Una mujer me dijo que si como el pan eslovaco, tengo que hablar el eslovaco. Y yo le respondí que desde siempre yo comía el pan honestamente ganado, además le dije que en la parte sureña de Eslovaquia labran la tierra muchos agricultores húngaros. Así se calló.

¿No siente Usted nostalgia de la vieja, de la antigua Bratislava?

Eso no se puede decir así, porque no es posible parar el tiempo. Yo me acuerdo que cuando era pequeña, la ciudad tuvo 70 - 80 mil habitantes, en el casco histórico casi nos conocíamos todos. En la sociedad austro-húngara la gente ni se daba cuenta del idioma que utilizaba. Empezaba la charla en alemán y la terminaba en húngaro o eslovaco... o al revés, sin problemas.

¿Usted siendo una gran experta en la historia de Bratislava, tiene algunos lugares, algunos edificios o monumentos preferidos?

Entre mis predilectos pertenecen el Ayuntamiento, el Palacio Primacial y la Catedral. Esos fueron los lugares que visitábamos a menudo con mi padre cuando era pequeña. Mi padre nos contaba acerca de todos los acontecimientos históricos, sobre las coronaciones de los reyes húngaros, que tuvieron lugar por allí. Por eso también decidí estudiar la historia, porque me encantaba ir de paseo con él, escuchando esas leyendas. Además, me gusta mucho el Palacio de Mirbach y la iglesia de los Franciscanos, la iglesia Azul y la de San Ladislao. Hay varios rincones pintorescos, muy vivo se quedó en mi mente el barrio judío, las calles de los Capuchinos y la calle Judía, donde había muchos quioscos y cuando caminaba por esas callejuelas, los vendedores me gritaban invitándome a comprar algo. Después de la segunda guerra mundial, lamentablemente pusieron a vivir en este barrio a los gitanos, que poco a poco deterioraron todo. Y por eso no fue más posible conservar las casas en la forma original.

¿Qué es lo que debería mejorar o cambiar según usted?

Por primero deberíamos proteger más los edificios antiguos y no poner en cada esquina una taberna como lo siguen haciendo ahora. Luego, los restauradores y los arquitectos deberían ser más sensibles respecto a la colocación de los palacios modernos entre las casas antiguas. Y por fin, grandes reservas las veo en la educación; los jóvenes deberían interesarse de la historia y de la limpieza de su ciudad y también de cómo se presenta su ciudad ante los huéspedes. Debe ser muy triste vivir en una ciudad de la cual no sé nada.

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Bratislava po vojne2.jpg
Ladislava Hudzovičová

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