¿Qué vida lleva un marchante de arte en Eslovaquia?.

¿Qué vida lleva un marchante de arte en Eslovaquia?.

Hoy vamos a entrevistar a un hombre que se considera a sí mismo feliz y satisfecho, dado que hace lo que ama, lo que había amado mucho tiempo antes de que fuera posible dedicarse a su pasión. Trabajó en una clínica odontológica o en la televisión, pero siempre quiso estar rodeado de belleza, tocar cosas bellas y posibilitar que circulasen por el mundo. Cedámosle, pues, la palabra a Gabriel Csaba Herczeg, marchante de arte, fundador de Soga, la compaňía de subastas artísticas más exitosa de Eslovaquia:

”Después de la revolución empecé con el negocio de antigüedades, así que cuando decidí fundar Soga en el aňo 1996, no era un novato en ese ámbito. ¿Si era una buena temporada para este tipo de negocio...?, siempre lo es. En aquel entonces se estaba acabando algo, y un buen ejemplo de eso sería la red de tiendas de arte llamada “La obra“, muy popular durante el socialismo, y algo nuevo estaba creándose. Igualmente los precios... Durante el socialismo los comités estatales fijaban los precios, pero después del cambio lo empezó a hacer el mercado. La verdad es que fuimos ingénuos en varios aspectos y tuvimos que aprender mucho. No obstante, en este negocio el público, desde los aficionados al arte hasta los profesionales, siempre te controla y navega. Cuánta más gente erudita tanto más objetivas son las subastas. En Eslovaquia este ámbito todavía va desarrollándose, y las reglas no son tan fijas como en los estados de tradición más larga, pero vivimos en la sociedad de la información, así que no es difícil comprobar la objetividad de los precios.”

¿Cómo nació en su caso la pasión por el arte y por las cosas bellas?

“Detrás de todo siempre está la curiosidad. En mi caso particular también influyó la tradición familiar. Vivíamos rodeados de arte y mi padre comerciaba con él. En casa siempre había muchos catálogos y mi papá comparaba precios, así que ya de niňo entendí porqué Picasso costaba un dineral y otro pintor de la misma década no. Por entonces nació mi deseo de fundar la casa de subastas.”

Sin embargo, sus pasos siguientes no lo evidenciaron. Su carrera profesional (ejerciendo de técnico de un laboratorio odontológico) no tuvo nada que ver con el arte, si no vemos una conexión en dejar que la gente abra la boca…

”Claro,eso estaba relacionado con la situación política. Mi padre trabajaba como comerciante en la empresa de Baťa, gracias a lo cual viajaba mucho y el trabajo le llevó también a Budapest. Allí se hizo marchante independiente y llegó a conocer a mi mamá, aristócrata pero de una familia empobrecida. Vivieron en Budapest hasta que el cambio político después de la Segunda Guerra Mundial arruinó a toda la familia y les obligó a irse de país. Consiguieron papeles para poder trasladarse a Suecia, pero dado que fue promulgado el Plan Marshall (el plan de los EE UU destinado a contener un posible avance del comunismo), decidieron volverse a Checoslovaquia. Sabemos que todo acabó al revés. Para mi padre eso significó la derrota de su vida y algunos aňos en prisión. En tales condiciones, yo no tenía muchas posibilidades, pero mi mamá, que provenía de una familia de dentistas, me ayudó a que estudiase para técnico odontológico.” 

Como nos cuenta el seňor Herczeg, su familia quedó arrinconada y cuando su padre volvió de la prisión pesaba sólo 40 kilos. No obstante, tal destino llevó a su padre a dedicarse al arte, lo cual inspiró también a su hijo.    

”En aquel entonces no era legal negociar con obras de arte, así que a mi padre le consideraban un cambalachero. Siempre llevaba este apodo en mi interior y, por ello, fui el primero en la república en fundar un negocio de antigüedades legal después de la revolución. Hay que decir que durante el socialismo muy poca gente se dedicaba al arte y a las antigüedades. Prevalecía la llamada “cultura de los chándales“, a la gente le interesaba otras cosas muy distintas a los candelabros de plata o las estatuas. Cualquier demostración de lujo y aristocracia fue reprimida por la sociedad.”

Cuando el seňor Herczeg inició la fundación de la casa de subastas, sabía que necesitaba la ayuda de expertos y promovió también la colaboración con la Galería Nacional Eslovaca. Dice que su colaborador principal, el historiador del arte Ján Ábelovský, fue precisamente quien le enseňó a no querer poseer la belleza, sino a permitir que se divulgue por el mundo. ¿Qué metas se fijó Usted estableciendo la casa de subastas en un ambiente totalmente intacto en este sentido?

”Pues comerciar con arte y venderlo de otra manera de como se había hecho antes. Me refiero a la necesidad de destacar el valor del arte, tanto el histórico como el estético. Eslovaquia proporciona un mercado muy pequeňo en este comercio, por lo cual quisimos ser sólo una compaňía de subastas regional. Nos dedicamos al arte de Eslovaquia, Hungría, Chequia y regiones colindantes y nunca hemos tenido las ambiciones de ser una casa de subastas grande o incluso de alcance internacional. Nuestros clientes son también casi exclusivamente eslovacos.”     

¿Y no les molesta a veces que haya tan pocos clientes del extranjero? Aunque seguramente se debe también a la legislación, dado que para un foráneo es accesible comprar una obra en nuestro país, pero exportarla requiere de una cantidad terrible de trámites. 

”Las leyes estrictas en este sentido, por un lado, frenan el comercio, pero, por otro, entiendo que hay que proteger el patrimonio cultural. Claro, no podemos permitir que alguien exporte el altar de Ján Pavol de Levoča. Pero a veces la venta al extranjero podría servirnos de buena publicidad. Debo decir que a pesar de ello nuestras ganancias van subiendo. Es que el arte se está convirtiendo cada vez más en objeto de interés no sólo para la gente metida en este ámbito, sino también para la gente de dinero, los que van comprendiendo que obras artísticas y antigüedades son una de las mejores inversiones. Nosotros tenemos dos categorías de subastas: las que podemos considerar de inversión, con obras costosas, como por ejemplo las de Martin Benka, cuyo precio se mueve alrededor de cientos de miles de euros, y luego las de las obras de calidad que no cuestan tanto. La gente de clase media seguramente puede comprar un cuadro por, digamos, 300 euros. Hay de que elegir. Además, nuestra clientela está cada vez más formada también por las instituciones, sobre todo financieras, lo que nos encanta, dado que así las obras no quedarán encerradas en casas privadas y el público podrá disfrutar de su belleza.“

Acabemos la entrevista con Gabriel Csaba Herczeg con los récords, el género predilecto de nuestra sociedad competitiva. El lienzo que se vendió por mayor precio (531 103 euros) fue del pintor italiano Domenico Zampieri. Según el seňor Herczeg, los récords más fascinantes son las subidas de los precios en la última década. Si en Soga se vendió un cuadro en los aňos noventa por 200 mil coronas, ahora el mismo cuadro tiene el valor de 200 mil de euros, lo que es 30 veces más.   

 

Mária Mangová

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