El escritor Albert Marenčin ha sido galardonado este aňo con el premio checoslovaco de Erwin Egon Kisch.
Es el premio que la Comunidad de Escritores Checos y la Asociación de las Organizaciones de Escritores Eslovacos otorgan a los autores de literatura de no-ficción a partir del aňo 1992. Albert Marenčin ha sido premiado por su libro Lo que no cupo en la historia. En esta obra habla sobre sus encuentros con los personajes que influyeron sobre nuestra cultura y también sobre su propia carrera profesional y desarrollo personal. Recuerdo que Albert Marenčin es también miembro del grupo surrealista, poeta, guionista, autor de collages, traductor y crítico literario.
”Mi libro da testimonio de cómo ”la gran historia” influía sobre nuestras vidas privadas, de cómo torcía los destinos de mis coetáneos. Hay muchos a quienes no puedo olvidar y que tampoco quiero que estén olvidados. Por ejemplo, Leopold Lahola. Nació en el aňo 1918, se hizo célebre como autor dramático, pero en el aňo 1948, con el establecimiento del socialismo, emigró. La emigración fue considerada como un acto adverso contra el país, así que desde entonces Lahola fue cayendo en el ostracismo. Nadie sabía cómo le iba en el extranjero. En el aňo 1967, cuando el control político se ablandó temporalmente, vino de visita a Eslovaquia. Lo vi paseando por Bratislava y, dado que trabajaba en el Cine Eslovaco, le propuse la cooperación en una película. Aquel plan se realizó y nació la película El Dulce Tiempo de Kalimagdora, dirigida por Lahola. En enero de 1968, justo al acabar el rodaje, unas horas después de hacer las últimas pinceladas sobre la película, Lahola murió.”
Otra de las personalidades que han contribuido notablemente en el desarrollo de nuestra cultura y que hoy día sólo poca gente recuerda es la traductora del alemán Alma Münzová. Durante su vida se esforzó mucho en fortalecer la cooperación eslovaco – austríaca y era una verdadera aficionada a la literatura. En su casa instaló el único y también el último salón literario en estos lares. Como dice Marenčin, él mismo tenía la suerte de visitarlo continuamente durante 30 aňos. Münzová nunca temía encontrarse con los autores prohibidos, lo cual fue una de las razones por la que a partir de los aňos 70 tampoco ella pudo publicar. Albert Marenčin la recuerda en su libro con estas palabras:
”En su salón se citaba la gente en grupos pequeňos, siendo sólo dos o tres a la vez. Llegaban políticos, disidentes, escritores, artistas y no faltaba ni Imro Weiner Kráľ, pintor eslovaco destacado, cercano amigo de Alma. Alma nos invitaba con el pretexto de ofrecernos sus dulces legendarios. Como decía ella misma – preparados sólo así, deprisa y corriendo... No le gustaban los gestos ostentosos, no hablaba sobre sí misma, no la impresionaba la retórica sobrante. Siempre dirigía los debates para buscar soluciones a los problemas de la gente corriente. A pesar de sus conocimientos intelectuales enormes, le importaba ”el ser humano del montón”.”
Para acabar con el libro de Albert Marenčin, hemos elegido sus memorias de Dominik Tatarka, escritor afamado. Nos dirá algo más el mismo autor:
”Con Tatarka me encontré en febrero de 1945, cuando todavía seguían los combates alrededor de la ciudad de Košice, e igualmente en otras partes de Eslovaquia. Sin embargo, la ciudad ya estaba liberada y también considerada como la capital provisoria del país liberado del fascismo. Así que empezaban a formarse nuevos órganos gobernantes. En aquel ambiente trabajé de redactor en uno de los tres periódicos que ya habían surgido. Un día mi jefe me presentó a un hombre en botas militares, con una gran mochila sobre su espalda, de aspecto resuelto, quien me dijo: ”Yo soy Dominik Tatarka.” No lo pude creer, porque apenas hacía tres meses había leído su libro excepcional ”En la ansiedad de la búsqueda”. También se lo pregunté. Y Tatarka me abrazó a carcajadas, feliz que en aquella ciudad oriental, tan cercana a la línea, encontrara a alguien que conocía su debut.”
El mencionado encuentro fue el principio de una fuerte amistad de dos hombres excelentes y duró casi 40 aňos. Albert Marenčin escribe en su libro que Tatarka era comunista por convicción y no lo dejó de ser ni después de salir del partido.
”Es que, a mi modo de ver, Tatarka era un hombre de fe, aunque no en el sentido religioso. Él creía en el ser humano, en valores humanos, por lo cual le atraían las ideas del comunismo. Muchos han querido tapar este hecho con una hoja de higuera, no es popular decirlo abiertamente. En cualquier caso, Tatarka confiaba en el ser humano y en su capacidad de construir una sociedad mejor y quería participar en aquel proceso. Luego creció su desengaňo con la política, hasta que entregó su carnet partidario, pero lo hizo sin ruido y guardándose para sí mismo la fe en los ideales del comunismo”, aňade Marenčin.