Otro ”grande” entre los eslovacos: el capellán Anton Srholec

Otro ”grande” entre los eslovacos: el capellán Anton Srholec

Anton Srholec. En la encuesta televisiva El eslovaco más grande se ha ubicado entre las diez personalidades más destacadas. ¿Por qué? A sus 17 años se hizo miembro de la congregación religiosa Salesianos de Don Bosco con el motivo de ayudar a los jóvenes sin amparo. No obstante, en el año 1950, debido a la introducción del régimen comunista, todas las órdenes eclesiásticas fueron disueltas. Anton Srholec intentó traspasar ilegalmente la frontera, deseando continuar los estudios de teología en el extranjero. Su intento fracasó. Mi colega Soňa Gyarfášová le preguntaba en una entrevista realizada en el año 2016:

Cuando en el año 1951 quiso escapar de la cárcel, en la que se iba convirtiendo la entonces Checoslovaquia, le detuvieron. Y su vida cambió irreversiblemente. ¿No ha lamentado nunca ese paso?

"Una vez en Bratislava, ciudad en que residía, me encontré con el hombre que había dirigido aquel fracasado intento de huida de un grupo de eslovacos. Me preguntó: "Padre Antonio, ¿está enfadado conmigo por aquel fallo"? Y yo le respondí: "Nunca ayuda hacer un pan como unas hostias. ¿Para qué lamentar?" Lo que sí ayuda, es percibir una negativa experiencia también como un período de la vida, cuando también estábamos vivos y rodeados de gente. Y siempre, entre la gente que nos rodea, se encuentra alguien que nos eche una mano. Lo único que hay que lamentar es el tiempo perdido, cuando no aprendimos nada. Démonos cuenta de que una madre se acuerda muy bien de unas horas tan difíciles como son las del parto. De las noches bailando ya no tanto. Son precisamente las experiencias complicadas, dolorosas a veces, las que nos hacen más humanos".

Anton Srholec fue condenado a 10 años de prisión. Pasó la mayor parte de su castigo en las minas de uranio de Jáchymov realizando trabajos forzosos, y al salir de la cárcel se vio forzado a trabajar de obrero. Durante otros diez años. ¿Quién le ha influido lo más en su camino de vida, además de sus padres, simples campesinos que criaron a siete hijos?

"Desde mi juventud me inspiraba Don Bosco, sacerdote italiano que se dedicaba a los jóvenes, que en búsqueda de trabajo llegaban a ciudades, pero donde no encontraban un refugio. En mi caso, durante mi estancia en la cárcel, también estuve en contacto con gente marginada y compartimos nuestra penosa situación. También cuando hacía de obrero y tuve que viajar por Eslovaquia y Chequia, llegué a conocer a mucha gente sencilla, que a fin de cuentas lo más me interesaba".

Señor Srholec, Usted pasó tantos años en diferentes cárceles, a menudo en celdas de aislamiento, luego en las minas de uranio. Han de ser recuerdos desoladores...

"Lo primero que me viene a la mente es el hambre y el frío, pero sobre todo la soledad. Menos mal que en la prisión había en aquel entonces mucha gente culta, con un intelecto desarrollado y siempre que teníamos la oportunidad de charlar juntos todo iba mejor. Las horas vacías a menudo llenábamos con oraciones. Hasta que diría que en la cárcel llevábamos una vida ecuménica.

Me parece que la grandeza de una persona tiene que ver con si cumple sus sueños de infancia, o no. Yo siendo niño fui testigo de las barbaridades perpetradas durante la Segunda Guerra Mundial. Vi a los muertos, a los heridos, por lo cual mi principal deseo desde mi infancia ha sido la paz. La paz universal, a la que pueda contribuir. Para mí siempre lo más importante ha sido la esperanza de que un día podamos vivir en un mundo sin terror, violencia ni manipulación. He realizado mi sueño, aunque claro, de una manera muy distinta de la que pretendía cumplirlo siendo un chaval. Yo puse mi sueño en práctica durante la Tercera Guerra Mundial, que fue para mí el régimen comunista, y me sentí muy recompensado cuando nos liberamos de aquella dictadura".

Anton Srholec consiguió permiso, durante la Primavera de Praga, para pasar una estancia de estudios de teología en Italia. El Papa Pablo VI lo ordenó a sacerdote en 1970. Después de la Revolución de Terciopelo el padre Antonio se dedicó a la gente sin techo, fundando también una residencia para necesitados en Bratislava. Toda la vida trabajó a favor de los prisioneros políticos, encarcelados durante el régimen socialista.

Mária Mangová Foto: TASR

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