Jozef Tóth proviene del pueblo de Veľký Biel, pero los últimos 30 años los ha vivido en Siberia, donde ayuda a reanimar la misión católica allí presente. Su trabajo ha sido documentado a través de varias películas documentales y él mismo está escribiendo un libro de recuerdos. Siberia no representa un lugar soñado por muchos o un atractivo destino turístico. La mayoría de los parroquianos de Jozef Tóth son descendientes de gente que fue deportada o encarcelada allí aún durante los tiempos de la Unión Soviética. Durante el invierno, las temperaturas allí descienden hasta llegar a – 30°C. En el marco de nuestro proyecto navideño, dedicado al tema de los misioneros eslovacos en el mundo y preparado por nuestro colega Štefan Chrappa, les presentamos hoy la entrevista a Jozef Tóth.
Nosotros, una pequeña comunidad de salesianos, llegamos allí en 1992 para ayudar a los niños y jóvenes y para trabajar en el sector de la educación. Tuvimos que fundar allí una comunidad eclesiástica. Es decir, tuvimos que cubrir la educación, la formación y la vida social. Creo que realmente logramos hacerlo. Más tarde, gracias a los buenos resultados que conseguimos, fuimos recibidos por las autoridades locales de la ciudad de Novosibirsk y luego también por las autoridades eslovacas. Recibimos de ellos su bendición.
¿Si alguien les hubiese dicho, mientras usted era joven, que pasaría 30 años en Siberia, que le habría dicho?
Yo de niño leí el libro Chuk y Guek. A través de ese libro conocí un poco la realidad de la Siberia. Las misiones me empezaron a desde cuando recibí la vocación de Dios. Aunque quise viajar a un lugar más caluroso, por ejemplo a Ecuador... Allí teníamos a un gran misionero, el salesiano eslovaco don Šutka, que ha dejado allí una gran obra. Él influyó bastante en mi vocación de misionero. Por ello me planteaba ir a Ecuador. En 1992 todo cambió y terminé en el lado opuesto del mundo.
Ya que ahora nos encontramos en un período navideño, ¿recuerda usted su primera Navidad en Siberia?
Sí quela recuerdo. Está bien grabada en mi alma. Nosotros llegamos allí a mitad del mes de julio de 1992. Nos esperaba un montón de cosas que teníamos que organizar y arreglar, enseñando y recorriendo varias escuelas e institutos situados en diversos pueblos. El tiempo voló y pronto llegó la primera Navidad. Recuerdo que el 24 de diciembre me quedé sorprendido. Todo ocurría como si fuese un día corriente. Mientras que en Eslovaquia la gente solía tener prisa para arreglar los últimos detalles y comprar los últimos regalos o los arbolitos de Navidad, allí todo transcurría normalmente, como cualquier otro día. Los niños a la escuela, los adultos a trabajar y nosotros al instituto. Era muy embarazoso. Lo único lindo era la cantidad de nieve y las fuertes heladas. Precisamente lo que durante los últimos años suelen echar de menos los eslovacos – la Navidad Blanca – lo tienen en Yakutsk o Aldana. Nosotros celebramos la primera Navidad en un pequeño pueblo que se llamaba Jakakit. La directora de la escuela era católica. Nos reunimos más o menos 50 personas, de las cuales 35 eran alumnos. Celebramos la santa misa, los jóvenes tocaron y cantaron y luego bebimos unos refrescos. Yo volví a casa a las nueve y media de la noche y luego celebré la santa misa de media noche en Aldana. Pregunté al hermano Jurko Kyseľ que se quedó en casa, cómo había pasado la Noche Buena… y él me contestó: Abrí una conserva de pescado, encendí dos velas y comiendo el pescado reflexioné sobre la Navidad… Pero la Santa Misa de media noche fue estupenda. Vinieron cerca de 25 personas. Cantamos y luego hicimos un pequeño refresco. La iglesia encendida realmente iluminaba Aldana, que en aquel entonces era más oscura en comparación a como lo es hoy. Luego, volviendo de la santa misa nuevamente entramos en la misma realidad. Debo decir que allí se festeja la Yolka, la Novogodnaya Yolka que es la llegada del Año nuevo. Durante esta fiesta se adornan los árboles, se regalan los regalos y las familias se reúnen a comer la cena solemne, igualmente como lo hacen en Rusia. Pero últimamente esta fiesta empieza a aparecer siempre más en diciembre, anticipando su fecha. Los niños, por ejemplo, suelen recibir los regalos de los alcaldes.
Rusia es percibida sobre todo como un país ortodoxo. ¿Cómo funciona allí la convivencia?
En el año 1992 ni los ortodoxos tenían una iglesia allí, ni una sola una comunidad de creyentes. Ellos celebran la Navidad litúrgica el 7 de enero. Porque mientras nosotros celebramos la Navidad según el calendario gregoriano, ellos lo hacen según el juliano. Ya ahora celebran la Navidad por completo: desde la preparación, el ayuno, hasta la Noche Buena y tanto la fiesta en la familia como la Santa Misa en la iglesia. La Navidad ortodoxa allí es mucho más intensa. Se nota un gran progreso en este sentido.
¿También en su misión cambiaron muchas cosas durante esos 30 años, no? Seguro que también las personas. Algunos vinieron, algunos se fueron, nació una comunidad, una iglesia…
Sí, durante esos 30 años todo maduró gradualmente, tanto en Aldana como en Yakutsk. Los preparativos de Navidad solíamos compartirlos con los parroquianos, los maestros y los niños. Preparamos varios cantos y espectáculos. Todo se preparaba con mucha antelación. Así que puedo decir que también el período prenavideño lo vivíamos muy intensamente.
¿Y los regalos?... ¿qué es lo que más se regala en Siberia?
Al comienzo los parroquianos nos regalaban calcetines, camisetas, guantes, bufandas u otras cosas de carácter práctico. Pensaban en hacernos ilusión. Nosotros les obsequiamos con cosas más pequeñas, puesto que nosotros fuimos pocos y ellos tantos. A veces nos ayudaban algunos voluntarios a realizar tarjetitas navideñas u otras cosas… Sin embargo en las familias de allí se suelen regalar regalos serios. Los niños reciben juguetes, móviles, tabletas, etc. Podemos decir que hay más luz y espero que también haya más alegría.
Misioneros_Jozef Tóth
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